Belleza de Tebas — Capítulo 1

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Capítulo 1

La belleza más bella de Tebas

Tebas, una ciudad bendecida por los dioses. Aphelius, rey de Tebas, tenía tres hijas y habían alcanzado la edad de casarse. El rey Aphelius estaba preocupado por encontrar el pretendiente adecuado para sus tres hijas, quién sería un buen esposo y un excelente guerrero.

Desde que la princesa Perséfone, la mujer más bella se casó con el no tan agradable Hades, las clasificaciones de las mujeres hermosas de las familias subieron de rango, y ahora las dos princesas de Tebas ocuparon el primer y el segundo lugar.

Y no había nada de bueno en ser conocido como una belleza. Mira a Helena de Troya... Ella causó la caída de los troyanos. Literalmente. En Grecia, el destino de las bellezas era incesante. Hubo frecuentes visitas de héroes errantes para apostar o tomar posesión de las hijas de los reyes. ¡Y señor ayude al rey porque no tenía nada que decir en el asunto! Y luego existe otro problema. Los lujuriosos dioses masculinos que se colaban en medio de la noche y tomaban a las princesas (NT: aquí 'tomar' es un sinónimo de tener relaciones íntimas. Lo aclaro porque voy a seguir utilizando esa palabra). Ahora, ese era el mayor problema.

El único objetivo del rey Aphelius o al menos, por el momento, era cerciorarse de que sus hijas estuvieran casadas de forma segura y sin molestias, asegurándose de que sus hombres se mantuvieran alejados de las princesas para evitar que privaran la pureza de sus hijas.

El palacio de Tebas siguió un estilo abierto de arquitectura que era una combinación de elegancia, grandeza y gentileza. Pero no pudo proteger a las princesas. Demonios, eso no detendría la entrada de extraños. Así que para proteger la pureza de las princesas, los funcionarios dijeron: —Debemos revisar la arquitectura del palacio para que ningún extraño pueda entrar y robar la inocencia de nuestras princesas.

En lugar de pilares, el rey construyó una pared de cemento. Y la casa de baños pública que las princesas a menudo frecuentaban, estaba rodeada de corredores en forma de laberinto. Incluso sus habitaciones habían sido revisadas, pero las princesas, acostumbradas a la arquitectura tradicional de techos altos y al aire libre, se quejaron. Dormían en una habitación similar a una prisión. Por lo tanto, el rey permitió que la habitación tuviera una ventana. Fue modificada, por supuesto. Era fuerte, duradera y nunca se podía abrir desde el exterior.

Incluso sus hijas, que no conocían el uso de las ventanas, recibieron instrucciones de cerrarlas antes de irse a la cama.

El rey sufría de una sensación de ansiedad crónica. No importaba lo que hiciera para proteger la pureza de las princesas, el pensamiento de los dioses con sus extraños métodos lo asustaba hasta la muerte. Entonces, el rey ideó otro método para proteger a las dos princesas.

Pero espera, ¿el rey no mencionó que tenía tres hijas? Entonces ¿por qué solo se mencionaron dos? Había una razón perfectamente buena. La otra princesa, Eutostea, era tan extraordinariamente ordinaria que era difícil creer que ella fuera de linaje real.

Askitea, era una belleza de cabello dorado.

Y Hersia era una mujer de cabello castaño que tenía un cuerpo perfectamente sensual.
Hubo rumores de que muchos se enamoraron a primera vista y si continuaban mirando, se quedarían ciegos. 
¿Y qué hay de Eutostea? Le resultaba fácil mantener su corazón libre de toda la presión. Independientemente de lo que la gente pensara en ella como si fueraun patito feo entre las dos hermosas mujeres.

En la cena, Askitea le dijo a Eutostea: —Como no tienes oportunidad de casarte con un príncipe, ¿por qué no te sometes a padre? Puedes seguir viviendo la vida de lujo todos los días de todos modos.

... ¿De qué acababa de hablar?

Por supuesto, Eutostea guardó silencio. Sus hermanas tenían peculiaridades extrañas.

Hersia, que estaba sentada al lado de Eutosteia, comió su cordero en silencio. Pero después de un tiempo, habló en su nombre y regañó a la más joven. —Entonces, eso dices hermana, pero quién sabe, probablemente vivirás toda tu vida como una vieja sirvienta y morirás debido a tu temperamento. Sé una buena chica y sirve en el Templo de Apolo.

—Si lo hago… Bueno, rezaré para que mis hermanas no asusten a la gente y se casen de manera segura.

—¡No necesito tus oraciones!—Hersia y Askitea rugieron al mismo tiempo.

Eutostea suspiró. Ella conocía los pensamientos de sus hermanas. Desafortunadamente, sin que lo supiera el padre que luchaba por mantener viva su pureza, las dos princesas esperaban una noche romántica con un dios masculino.

Zeus, el rey de los dioses … Era una leyenda popular que se acercaba a una mujer a menudo, disfrazado de animal antes de tomar forma. Y así, a pesar de que Askitea era alérgica a los animales peludos, continuamente traía animales peludos con ella a la cama.

Y en cuanto a Ares, que estaba loco por Afrodita... Bueno... Hersia a menudo se humedecía en la noche con perfume, mirando aturdida, pensando que era la reencarnada de Afrodita, la Diosa de la Belleza.

Eutostea suspiró. Los vanos delirios de sus dos hermanas eran inmaduros. Un dios es un dios, después de todo, y el hombre, rara vez ve que los dioses saben mucho menos de sus asuntos. Si pasan la noche dando su pura castidad al dios masculino, ¿no obtendrán la ira y los celos de las diosas? A diferencia de sus hermanas, ella tenía un deseo diferente. Y ese era que su amada Tebas siguiera siendo próspera y continuara existiendo en la historia.

Hersia y Akistea salieron del comedor y regresaron a sus habitaciones, soñando despiertas con los dioses masculinos.

Y así, se profundizó la noche de Tebas y llegó la medianoche. Las dos bellezas más importantes de Grecia se lavaron, se cepillaron el cabello y todo lo demás. En cuanto a Eutostea, se fue directamente a la cama. Mientras tanto, el soldado del rey custodiaba a fondo a la princesa. Al diablo si alguien entraba. Los soldados les darían una buena paliza.

¿Pero qué hay de los dioses? Bueno, sería más fácil para un dios deshacerse de un humano que matar una hormiga.

—Oh Dios mío…


Eutostea cerró la ventana de su habitación con los labios ligeramente abiertos. Faltaba el pestillo de la ventana. El personal no sería tan descuidado...

—¿Dónde te caíste?

Eutostea levantó las cejas y comenzó a buscar el pestillo perdido. Al hacerlo, no notó la figura cerca de los marcos de las ventanas.

Una ráfaga de viento barrió la habitación y el fuego se apagó. La chimenea dejó una nube de humo antes de convertirse en cenizas negras. La sala se oscureció en un instante. Los ojos de Eutostea se abrieron. Vio a un hombre sentado contra el marco de la ventana con la luz de la luna como telón de fondo.

—La ventana está abierta.

La voz del hombre le hizo cosquillas en los oídos tan dulces como una bebida con miel.

Eutostea se preparó para gritar.

—Ladr- ... Ladrón ...

Pero su boca fue rápidamente cubierta por las grandes manos del hombre. Eutostea sintió una sensación de presión que nunca antes había sentido.

—¿Eres la princesa de Tebas? Aunque entré por la ventana ... Bueno, no te preocupes por eso, no te haré daño. Perdóname por no poder revelarme en la oscuridad.—Él susurró en sus oídos.

¿Cuál era su identidad?

Él apartó la mano de su boca. Ella quería hablar pero no pudo. Las palabras estaban atrapadas en su garganta. No entendía lo que estaba pasando, todo lo que sabía era que quería alejarse del hombre. Pero, por desgracia, el hombre la encadenó. Puso su mano sobre su espalda y cintura, presionando sus dedos en su carne.

—Vine a ser tu amante de una noche. Después de esta noche, no me recordarás ni volverás a verme. —susurró el hombre con una voz como la miel.

Mientras el hombre sostenía su mano y la conducía a la cama, Eutostea tenía un semblante sombrío. El hombre le acarició el pelo y agarró un puñado, oliendo su aroma como un incienso.

—Escuché que te gusta usar perfume, pero no huelo nada.

"Yo no." Eutostea respondió interiormente a la extraña pregunta del hombre.

Era su segunda hermana, Hersia, quien estaba obsesionada con los perfumes.

Moviéndose desde su cabello, el hombre le tocó la mejilla y la acarició.

—Si te hubiera visto durante el día, tendrías el cabello castaño rosado.

'No, mi cabello es negro. Esa es mi hermana.' Y ella susurró.

El rostro del hombre se estaba acercando y Eutostea podía sentirlo. El hombre estaba equivocado y confundió su identidad como la segunda princesa, Hersia.

—Permíteme presentarme mientras paso la noche contigo. Princesa de Tebas, soy Apolo, Dios de la Profecía.—susurró con una dulce y amigable voz antes de superponer sus labios con los de ella.

Quería resistirse, pero no podía porque sus labios la devoraron instantáneamente. La lengua del hombre se entrometió en su boca y capturó su lengua, chupándola tan violentamente que casi había olvidado respirar.

"Te has equivocado de habitación."

Pero aún así, ella no se retiró. Eutostea se aferró a él impotente. Se desplomó sobre la cama contra la voluntad de su propio cuerpo. Esta noche, Apolo la tomaría.


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