Capítulo 12
Un beso de él (I)
Los lóbulos de las orejas de Perséfone eran de un rojo brillante. Hades había esperado que ella se retirara con miedo. Se preguntó si algún día sería divertido para esta chica caer al Inframundo; en sus brazos. Pero ella nunca mostró la reacción que él quería y lo sorprendió como siempre. Y mucho menos asustarse, curvó los labios en la boca y se aferró a su cuello al mismo tiempo que Hades fruncía el ceño.
—Esto es bueno, entonces ¿por qué me dices que me escape? ¿Por qué actúas como si no te gustara cuando es bueno?
Los labios de la torpe muchacha se encontraron tímidamente con los del mudo. Un ligero toque, luego se separó de nuevo.
—¿También haces esto con otras chicas?
—Disparates.
—¿Eso significa que no?
Los labios de Hades se extendieron en una sonrisa diabólica.
—Hades, te gusto, ¿verdad? ¿Has estado pensando en mí?
Se sintió atraído por ella desde el principio. No pudo ocultarlo. Una gota de veneno puede estropear todo un pozo. Los errores de los que sufren en el Inframundo comenzaron con una sola gota.
—Para mi decepción, incluso especulé.
La paciencia del gobernante era corta y sus labios anhelaban un toque antiguo. Hades agarró la nuca de la chica y la besó. En el momento en que cada cálculo perdió su significado. Fue como una gota de veneno. El punto de no retorno. Y el arrepentimiento es el precio de la dulzura que trae esto.
Con el sol naciente proyectando un tono brillante sobre el oscuro cielo nocturno, Perséfone corrió a su habitación, tratando de entrar sin que nadie la viera.
—¡Kore! ¿Dónde has estado? —Una voz, más suave que las otras ninfas pero aún lo suficientemente aguda como para hacer que la chica se detuviera en seco, gritó.
Su plan de esconderse fácilmente en la habitación había fallado nuevamente. Hizo todo lo posible por relajar el ceño fruncido mientras se enderezaba y se daba la vuelta.
—Cyane, te levantaste temprano.
—Kore, ¿qué diablos estás haciendo estos días?
—¿Qué quieres decir?
—Vagas en secreto por la noche. Solo, puedo agregar —Dijo Cyane, la preocupación grabada en su rostro.
—Tal vez porque quiero que me dejen sola.
—¿Como pudiste decir eso?
La niña se cruzó de brazos y miró hacia un lado con la nariz en alto.
—Kore, solíamos ser cercanas. Por favor, dime.
Ella resopló y recordó que eso era cuando eran muy jóvenes. Habían estado unidas. A pesar de estar atrapada en la isla para siempre, en nombre del amor y protegida de daños desconocidos, Perséfone creyó que era el paraíso hasta que se dio cuenta de que el afecto filial era demasiado.
—¿Te acercaste al acantilado?
—¿Me estás espiando? —Perséfone cuestionó indignada.
—No, puedo oler el océano y hay algo de arena en tus pies.
—Puedes oler el océano desde cualquier lugar.
—Puede que no tenga un sentido tan agudo como un cazador nocturno, o tantos ojos como el dios de las estrellas, pero por favor no me socaves¹.
Socavar¹: Este término se aplica cuando una persona te menosprecia.
Cyane frunció el ceño, insultada por la desconfianza de la niña.
No era la primera vez que Perséfone salía en medio de la noche y regresaba por la mañana. La isla era más segura que cualquier otro lugar de la tierra, pero preocupaba a las ninfas que la servían cuando ella salía sin avisarles. Temían la reacción de Deméter si alguna vez se enteraba.
La última vez que Perséfone desapareció, Náyades fue la primera en darse cuenta. Informó tanto a Aretusa como a Cyane. Ese día, como lo había hecho Cyane ahora, Náyades le advirtió con una actitud más brutal que Cyane, ya que Náyades y Aretusa eran más feroces que Cyane. Pero estaba claro que Perséfone no escuchaba a ninguna de ellas.
[—¿Dónde fuiste?
—Kore, deja de comportarte como una malcriada ¿de acuerdo? Si te importara lo enojada que estará Deméter si se entera, ¡en cuántos problemas estaremos, no te atreverías a pensar en salir sola!
—Dijiste que no volverías a deambular sola.
—No hay lugar más seguro que esta isla.
—¡Deténganse todas!]
La actitud fría de Perséfone obligó a las ninfas a rendirse. No importa cuánto recordaran su hermosa infancia, ahora ella era una carga para todas. Pero Cyane no podía abandonar a Perséfone por completo.
Incluso cuando Perséfone se quejó, cuando ignoró las órdenes de Deméter y dejó los campos de cereales de la isla desatendidos, e incluso cuando trató de lastimar a todos siendo una mocosa, Cyane creía que Perséfone algún día aceptaría la realidad. Así que ella siempre se hizo cargo de las consecuencias en silencio. Sin embargo, Perséfone era consciente de su afecto y trató de usarla.
—No se lo vas a decir a mamá, ¿verdad?
Nota final: ¿Soy la única con ganas de darle un p*tazo a Perséfone? Vale lo de fugarte a donde te salga del gorro, pero cuidado con esa manipulación...

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