SLMDV – Capítulo 39

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 Capítulo 39

Soy tuyo (II)


Lacias no se inmutó por las silenciosas miradas de la multitud. Algunos chillidos en el fondo comenzaron a sobrevenir cuando escucharon la voz asertiva del Duque retumbando a través de la habitación.

—¿El conde Wipere realmente dijo eso?
—Está actuando de manera tan diferente a como solía actuar con la Princesa... ¡Debe ser otra persona disfrazado!

Lila se sintió muy incómoda entre toda la charla sin censura que se esparcía a su alrededor. Sintió que un cálido rubor se apoderaba de su rostro. Se cubrió la cara con la mano y empujó a Lacias antes de que él fuera algo más íntimo frente a la multitud.

Lacias apenas se movió un centímetro del empujón y le tomó las manos con una pizca de irritación evidente en sus ojos. 

—A veces, tiendes a hacerme un hombre impaciente, Lila.

Incluso Lacias sabía lo desagradable que era que todos los que te rodeaban hablaran negativamente. Sin embargo, su voz seguía resonando como si fuera un cantante en el escenario listo para dar su concierto. Sabía cómo conseguir lo que quería sin importar la situación. Lila, por otro lado, quería irse del lugar lo antes posible. Ella envolvió sus manos alrededor de las de él y tiró de él hacia el balcón.

—Vamos. Vayamos por este camino, por favor. 

Ella tiró de sus brazos pero sintió una resistencia repentina. Lacias se quedó inmóvil como una piedra.

—Está bien, pero. —Apretó sus suaves labios contra la mano que lo sostenía—. Por favor, no digas que prefieres a un hombre con barriga y arrugas.

Ella no podía entender lo que había provocado esto. 

—¿Por qué estás diciendo esas tonterías?
—Porque no soy uno de ellos. 

Lila fue inmediatamente persuadida por su encantadora sonrisa. Por lo general, se concentraba en la tarea que tenía entre manos, pero su sonrisa te haría creer que estaba lloviendo cuchillos si llegaba el momento.

Ella negó con la cabeza y pensó en lo que acababa de decir una vez más. 

«Realmente nunca sería un hombre así.»

Lila aprovechó su oportunidad y pensó más en la razón por la que sacó ese tema. Cuando sus ojos captaron la mirada de él. Trató de seguirla cuando aterrizó sobre el hombre que estaba parado en el lado izquierdo de la habitación. 

El Barón Doug Blake.

Tan pronto como sus ojos se posaron en él, el Barón desvió la mirada. Era obvio que él la estaba mirando en ese momento y estaba tratando de cubrirlo iniciando una conversación con otra persona. 

Lacias volvió a hablar cuando la vio mirando al Barón de nuevo.

—¿De qué estaban hablando ustedes dos? Los había estado observando, ¿sabes?
—De nada. 

Todavía estaba obsesionada con el hombre que hablaba a su izquierda. Claramente podía sentir su mirada ardiente porque una gota de sudor caía de su frente al suelo.

La irritación de Lacias se hizo más directa, movió su mano hacia arriba e inclinó la barbilla de Lila suavemente hasta que ella lo miró a los ojos nuevamente. Se sintió un poco más cómodo con eso.

—Eso no puede ser cierto.Tú estab- —Lacias se detuvo abruptamente en medio de su oración y eligió sus siguientes palabras con cuidado. 

Se sintió extrañamente culpable. Era un sentimiento nuevo para Lacias y no sabía cómo afrontarlo. No quería que Lila se molestara por sus flagrantes celos, así que respiró hondo y volvió a intentarlo. Lacias la miró como un cachorro al que van a regañar antes de volver a agarrarle la mano.

—Lila, puedo verte de lejos porque soy alto —Lacias frotó lentamente las palmas de Lila, mirándola directamente a los ojos—. También tengo los ojos azules que te gustan.

Curiosamente, Lila sabía que esa era la extraña manera de Lacias de pedir perdón. Podía ver señales de arrepentimiento en sus autoproclamados ojos hermosos. Se preguntó por qué tenía la necesidad de disculparse; antes de que de repente, se acercara a ella y enterrara la cara en su hombro. Ella se estremeció por el cálido aliento que sintió cuando él giró la cabeza para mirarla.

—Entonces, préstame atención a mí y no a alguien más. 

Lila finalmente lo miró y él sonrió con satisfacción, como si acabara de ganar una competencia. Sin embargo, no se encontró con el mismo rostro. Se encontró con una inesperada expresión de ira.

—Por favor... No me pongas ansioso aquí, estoy cerca de mis límites.


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